Históricamente, Bolivia es un país con saldo migratorio negativo. Factores estructurales inciden en los bajos niveles de desarrollo humano de la población, explicando este carácter emigratorio del país. En la actualidad, más de 700 mil bolivianos residen en el exterior, representando un 6,8% de la población total. Argentina continúa siendo el principal país receptor, seguido de España y de los Estados Unidos de América, países que generan una fuerte atracción sostenida sobre la base de una demanda laboral permanente, posibilidades de mejora en los ingresos y mejores perspectivas de vida.

La vinculación de los bolivianos emigrados con el país de origen crea canales para la remesa de dinero y, con ello, contribuir al desarrollo local. Dichas remesas rondan en el año 2010 los 937,2 millones de dólares americanos, lo que constituye el 5% del PIB. Si bien el principal destino es la alimentación, vestimenta y otros bienes personales, una parte considerable utiliza los fondos provenientes desde el exterior para gastos de educación, salud y otros servicios básicos.

La otra cara de la migración, configurada por el stock de inmigrantes residentes en el país, muestra un comportamiento equilibrado signado por el bajo peso que ha tenido en Bolivia, tradicionalmente, este fenómeno (alrededor del 1% de la población total). Compuesto fundamentalmente por argentinos, brasileños y peruanos, el colectivo inmigrante se ha estableciendo principalmente en los departamentos del denominado “eje central”, Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, lugares caracterizados por un mayor nivel de desarrollo económico.

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